
Cuando El Quijote mandó a Sancho a buscar a Dulcinea, este, aprovechando la ocasión, le embrocó el perol sobre el anafre. Le dijo que al ruco ya ni con el himno se le alegraba la adarga. Leyeron juntos El Kamasutra y El Cantar de los Cantares. Así la robusta Aldonza llegó al éxtasis infinidad de veces. Por eso Cervantes, para no dejar mal parado a su alter ego , modificó la versión original de El Ingenioso, en donde Sancho aparecía como un doncel gallardo e instruído, no como el gordo comilón, pedorro e ignorante que todos conocemos.
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