8.11.07
Finlandia.
Tuvimos hijos quíntuples. Cinco almas inocentes que alegraban mi vida. Ella, todas la mañanas los llevaba al río a bañarse. Yo siempre le recomendé cautela, por las constantes crecidas y reflujos. No quiso escuchar mi advertencia o lo hizo con premeditación. Pero, un día, ella y mis hijos no volvieron. Ahora vengo todos los días a la hondura del Paso Ancho con una chacalmata, para atraparlos y manifestarles mi cariño, solo a ellos, a mis hijos. Me importa mucho que crezcan emocionalmente sanos. Antes de devolverlos al río, cuando la tarde se apacigua, escuchamos, a la sombra de los sabinos, una emotiva descarga de trompetas. Celebramos este hecho con inusual algarabía. No puedo negar que la gente nos observa desde el puente con burlona extrañeza. Que puede uno pedir, así son estas cosas.
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